¿Tiene mi hijo un Trastorno de conducta? Adolescentes rebeldes: “tiene un temperamento muy fuerte”, “se niega a hacerme caso”, “es desafiante”, “no quiere seguir las normas y los límites”, “es muy impulsivo/a”, “en ocasiones es agresivo/a”, “le han expulsado del instituto”… Hostilidad, desafío y desobediencia, estos son algunos de los rasgos que conforman un trastorno de conducta en adolescentes.

Si bien la adolescencia es una etapa de la vida difícil, tanto para los propios adolescentes como para quienes les rodean, llena de desajustes de la conducta, las emociones y los pensamientos, cuando estos desajustes llegan a perturbar alguno o todos los ámbitos de la vida de los adolescentes, es preciso pedir ayuda a un profesional de la salud mental.

Trastorno de conducta

El diagnóstico de “trastorno del comportamiento perturbador” o «trastorno de conducta» hace referencia a la presencia de un patrón de conducta persistente o constante, repetitivo e inadecuado, que se caracteriza por el incumplimiento de las normas sociales básicas de convivencia y por la oposición a las demandas de las figuras de autoridad. Dentro de este trastorno existe una línea que diferencia en intensidad, severidad, frecuencia y cronicidad de los síntomas, yendo desde la normalidad hasta los trastornos disociales.

En la actualidad este tipo de problemática en adolescentes ha aumentado, suponiendo uno de los diagnósticos más frecuentes tanto en edad infantil como en juvenil. El tipo de conducta que expresan generalmente estos trastornos son aquellas denominadas conductas disruptivas (conductas que molestan, interfieren en los demás), las cuales implican la interrupción en el desarrollo evolutivo del niño imposibilitándolo para crear y mantener relaciones sociales saludables. Otro tipo de conductas que pueden presentar son las denominadas conductas de carácter negativo o negativistas; estas conductas se relacionan con un comportamiento que desafía a los padres o bien a otras personas mayores a quienes deben tener respeto, buscando el desafío a la autoridad.

Diagnóstico del Trastorno de conducta

El trastorno de conducta se puede diagnosticar desde la infancia y se caracteriza por comportamientos antisociales que violan los derechos de los demás y las normas y reglas sociales apropiadas para la edad. Pueden incluir comportamiento transgresor (“hacer campana” o escaparse), la violación de los derechos de los demás (por ejemplo robar) y/o la agresión física hacia los demás. Puede suceder que se presente uno o varios de ellos de forma aislada.

Este tipo de problemática en adolescentes va muy de la mano del alcohol y las drogas, con lo cual debemos tener especial cuidado. Algunas de las características que nos pueden avisar de ello: impulsividad, agresividad, búsqueda de sensaciones, baja evitación del daño e incapacidad para aplazar gratificaciones, entre otras. El diagnóstico temprano es fundamental para garantizar que el adolescente pueda acceder al tratamiento y apoyo que necesita para un adecuado manejo de la situación. Por el contrario, la ausencia de tratamiento para estos trastornos deriva en problemas de salud mental graves en la etapa adulta.

Algunas señales de alerta del Trastorno de conducta

Algunas características que nos pueden alertar, como padres o profesores, para identificar un trastorno de conducta en la adolescencia:

  • Hace “campana” o «novillos»
  • Destruye intencionalmente objetos de los demás
  • Intimida a los demás
  • Provoca peleas
  • Agrede con frecuencia
  • Sospecho que hay consumo de alcohol y drogas
  • Promiscuidad sexual
  • Expulsiones del instituto
  • Actos delictivos

Tratamiento en trastorno de conducta

Un tratamiento completo para los trastornos de conducta en adolescentes debe incluir un entrenamiento sobre técnicas de modificación de conducta para los padres y personas en contacto directo con el adolescente, terapia individual con el joven y la terapia familiar.

En cuanto a la terapia individual, a partir de las técnicas de la Terapia Cognitivo-Conductual, se hará un tratamiento de los síntomas principales (trabajo sobre la ira y la impulsividad) y un entrenamiento completo en diversas destrezas relacionadas con las habilidades sociales.  De la misma forma se trabajará en la reducción de los daños colaterales (conductas sexuales, consumo de tóxicos…). En cuanto a la terapia familiar, se trabajará para modificar los patrones agresivos de comunicación.

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Miriam Bosch
Psicóloga col. 21339
Fundadora y directora en:
CAPIA – Centre d’Atenció Psicològica Infanto-juvenil i de l’Adult
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